En plena era digital, hablar de concentración es como hablar de un recurso escaso. El constante bombardeo de estímulos han hecho que el tiempo real de atención se reduzca drásticamente. Estudios recientes sugieren que un adulto promedio mantiene una concentración sostenida entre 20 y 30 minutos antes de que aparezca la fatiga mental o el impulso de distraerse. Pero ¿Qué significa esto para un instrumentista que pasa horas frente a su partitura o instrumento?
La práctica musical exige una atención profunda, una escucha activa y una coordinación fina entre cuerpo y mente. Sin embargo, intentar mantener sesiones largas de estudio sin pausas estructuradas suele llevar a una falsa sensación de productividad. Es decir, estamos “estudiando”, pero no avanzando de manera significativa.
Aquí es donde entran en juego elementos como la técnica del FlowTime y el Efecto Zeigarnik, dos conceptos que pueden transformar por completo la manera en que abordamos el estudio musical.
FlowTime es una variante flexible de la popular técnica Pomodoro. En lugar de forzar bloques rígidos de 25 minutos con descansos preestablecidos, FlowTime propone trabajar durante tanto tiempo como puedas mantener la concentración naturalmente, y solo entonces tomar un descanso breve (5-10 minutos). Para un músico, esto permite adaptarse a momentos de flujo real, esos en los que se pierde la noción del tiempo mientras se estudia una obra o se trabaja en una técnica compleja. El secreto está en registrar cuánto duró cada sesión de concentración y cómo te sentiste al final. De esta forma afinas tu capacidad para entrar en estados de “flow” con más facilidad, algo crucial en la práctica musical.
Otro concepto interesante es el Efecto Zeigarnik, que plantea que nuestro cerebro recuerda mejor las tareas incompletas que las finalizadas. ¿Cómo se puede aplicar esto en la práctica instrumental? Una estrategia efectiva es dejar pequeños fragmentos sin resolver al final de una sesión: una frase técnica aún no dominada, una transición no pulida, etc. De este modo, el cerebro sigue “procesando” ese material de forma inconsciente, y al retomar al día siguiente, se accede más fácilmente a la mejora.
Esto no solo mantiene el interés vivo, sino que también reduce la resistencia a empezar la siguiente sesión. En lugar de enfrentar una página en blanco, el músico retoma una tarea pendiente con el foco ya orientado.
Las sesiones largas, si no están bien estructuradas, pueden ser contraproducentes. En cambio, aplicar FlowTime permite escuchar al cuerpo y al foco interno; y el Efecto Zeigarnik convierte la interrupción inteligente en una aliada del aprendizaje. Para el instrumentista contemporáneo, estas técnicas no solo optimizan el tiempo, sino que cultivan una relación más consciente, saludable y productiva con el estudio. Porque al final, no se trata de cuántas horas pasamos frente al instrumento, sino de cuánta música logramos realmente internalizar.
Jesús Alcívar