Enseñar música: un acto de amor y libertad
Enseñar música: un acto de amor y libertad
Paulo Freire nos recordaba en "Cartas a quien pretende enseñar" que la educación no es un acto de transferencia de conocimiento, sino de creación. Enseñar es un encuentro entre seres humanos que aprenden juntos, que se desafían y que se transforman.
En la enseñanza de la música y las artes escénicas, esta idea resuena profundamente. No formamos autómatas que repiten notas o ejecutan partituras sin sentido. Acompañamos a seres humanos en su camino de descubrimiento, en su búsqueda de voz propia, en el desarrollo de su sensibilidad y pensamiento crítico.
La música, como la educación, es un acto de libertad. Y aquí Freire nos deja una pregunta esencial: ¿Cómo enseñamos sin domesticar? En un mundo que muchas veces prioriza la técnica sobre la expresión, el resultado sobre el proceso, es nuestro deber como docentes resistir la tentación de reducir la enseñanza a la imposición de "fórmulas". Debemos, en cambio, fomentar el diálogo, la exploración y la autonomía.
Ser docentes en la música es aceptar que cada estudiante trae consigo un universo sonoro propio. Que nuestra tarea no es imponerles un camino, sino ayudarles a construir el suyo. Es recordar que aprender música no es solo desarrollar habilidades técnicas, sino también aprender a escuchar, a sentir y a comunicarse con el mundo de otra manera.
Freire decía que enseñar exige alegría y esperanza. Y en la música, donde cada nota puede ser un puente hacia la emoción, el compromiso y la transformación, esas palabras cobran más sentido que nunca.
Sigamos enseñando con pasión, con diálogo, con amor. Sigamos aprendiendo.
Jesús Alcívar