La voz como raíz. Por qué todos los músicos —y especialmente los instrumentistas de viento— deberían formarse vocalmente
La música nace de la respiración. Antes que el instrumento, está el cuerpo. Antes que la técnica, la intención sonora. Y en ese camino, la voz se erige como la herramienta primaria de expresión. Es nuestra primera experiencia musical y, paradójicamente, una de las menos cultivadas en la formación de muchos instrumentistas.
Hablar de educación vocal no es solo referirse al canto profesional, sino al desarrollo integral del oído, la afinación, la expresividad y, sobre todo, la conciencia corporal y respiratoria. Para un músico, cultivar la voz es, en cierto modo, afinar el alma del sonido que produce (cualquiera que sea su instrumento).
Este enfoque cobra una relevancia especial para los instrumentistas de viento. A diferencia de otras familias instrumentales, el músico que "sopla" comparte con la voz la dependencia absoluta del aire como materia prima. El control del flujo, la articulación, la proyección, la dirección del sonido… todo parte de una gestión consciente de la respiración, algo que se entrena de forma extraordinaria en la práctica vocal.
Los beneficios son múltiples y palpables: mejora del fraseo, mayor flexibilidad expresiva, dominio del legato, desarrollo del oído interno, conexión directa entre intención y ejecución. Quien canta lo que toca, lo toca mejor. Porque entender la música desde la voz es entenderla desde dentro.
Además, la experiencia coral —más allá del canto individual— potencia habilidades fundamentales: la escucha activa, la afinación relativa, el equilibrio sonoro, la adaptación al conjunto, la lectura rápida y el trabajo colaborativo. Estas son competencias transferibles a cualquier práctica musical, y deberían ser parte esencial de la formación artística desde edades tempranas.
La formación vocal ofrece una vía de regreso a lo esencial. Recordándonos que más allá de la partitura, está el mensaje. Y que no hay mejor manera de habitar la música que hacerlo desde el cuerpo entero, desde la voz propia.
Como intérprete y como docente, he comprobado los efectos transformadores de integrar el canto en la práctica instrumental. No se trata de formar cantantes, sino de formar músicos completos. Porque quien conoce su voz, conoce también su sonido. Y en ese reconocimiento, crecemos como artista.
Otorguemos a la voz el lugar que merece en la educación musical de cualquier músico ejecutante. No como una disciplina aparte, sino como el punto de partida de toda interpretación significativa.
Jesús Alcívar