En el mundo de la música, la búsqueda del alto nivel interpretativo es una constante. Sin embargo, hay una diferencia fundamental entre aspirar a la excelencia y caer en la trampa de la perfección. Entender esta distinción no solo enriquece nuestra interpretación, sino que también nos permite disfrutar del proceso sin caer en la frustración.
La perfección: una ilusión paralizante
La perfección implica la ausencia total de errores, algo prácticamente inalcanzable en cualquier arte. En la interpretación musical, esta obsesión puede convertirse en un freno creativo: el miedo al fallo genera, rigidez, ansiedad y una desconexión con la expresividad. Cuando un músico busca la perfección absoluta, corre el riesgo de perder la autenticidad y la capacidad de comunicar emociones genuinas.
Grandes intérpretes han demostrado que la intensidad y la profundidad de una interpretación no dependen de la ausencia de imperfecciones, sino de la capacidad de transmitir un mensaje musical con fuerza y convicción.
La excelencia: un camino de crecimiento
La excelencia, en cambio, se centra en la mejora continua y en la entrega de lo mejor que uno puede ofrecer en cada momento. A diferencia de la perfección, la excelencia permite margen para la evolución, el aprendizaje y, sobre todo, la expresividad. En la interpretación musical, esto se traduce en una ejecución sólida, pero con vida, emoción y humanidad.
Un músico que busca la excelencia entiende que cada interpretación es un reflejo de su estado actual, no un examen inapelable. Practica con disciplina, pero también con apertura, aceptando los desafíos técnicos sin permitir que estos limiten su expresividad. La excelencia valora el proceso tanto como el resultado.
Cómo aplicar esta diferencia en nuestra práctica musical
Aceptar los errores como parte del aprendizaje. Cada fallo es una oportunidad para crecer, no una marca de incompetencia.
- Priorizar la comunicación sobre la corrección absoluta. La música es un lenguaje emocional, no una ecuación matemática.
- Enfocarse en la mejora progresiva. En lugar de obsesionarse con un ideal inalcanzable, trabajar en metas realistas y alcanzables.
- Desarrollar confianza en la interpretación. Conectar con la emoción de la obra y transmitirla con autenticidad es más valioso que tocar sin errores.
Distinguir entre la excelencia y la perfección es fundamental para el crecimiento de cualquier músico. La perfección es una meta estática e inalcanzable que genera ansiedad, mientras que la excelencia es un camino de aprendizaje continuo que permite desarrollarnos con autenticidad y pasión. La verdadera magia de la música radica en la conexión con el público y en la capacidad de transmitir emociones, no en una ejecución mecánicamente impecable.
En la excelencia reside la verdadera belleza del arte.
Jesús Alcívar