Hace unos días escuché una frase que me dejó reflexionando: “El arte como arma de construcción masiva”. La pronunció Ester Bonal, directora y fundadora de Xamfrà, un espacio que lleva más de veinte años demostrando que la educación artística puede transformar vidas, barrios y comunidades enteras.
La frase, de entrada, desafía. Nos remite inevitablemente al contraste con esa otra expresión tan arraigada en el imaginario colectivo: “armas de destrucción masiva”. Bonal le da la vuelta con una lucidez desarmante: si el poder de destruir puede ser masivo, ¿por qué no también el de construir?
El arte tiene esa capacidad, construir sentido, identidad, comunidad, empatía. Allí donde el ruido del mundo nos fragmenta, la práctica artística nos invita a recomponer. No solo se trata de producir belleza, sino de tejer vínculos, de imaginar futuros compartidos, de dar forma a lo invisible.
Como arma de construcción masiva, el arte actúa precisamente allí donde otros lenguajes no alcanzan; en el territorio de lo simbólico, de lo emocional y de lo colectivo. Intentando construir vínculos, memorias y horizontes comunes. Sus efectos no se miden en cifras ni en resultados inmediatos, sino en la capacidad de transformar miradas y despertar conciencia. Porque hay aprendizajes que solo nacen del silencio compartido, del gesto, de la escucha o incluso del error. La cultura, entendida así, no es un lujo ni un adorno, sino una necesidad vital para sostener la vida en común.
Convertir el arte en un “arma de construcción masiva” implica reivindicar su poder social y educativo. En los barrios, en las escuelas, en los teatros, en las calles. Implica reconocer que una sociedad que canta, baila, actúa, pinta o crea colectivamente es una sociedad más cohesionada y resiliente. Porque en la creación compartida aprendemos a mirarnos, a reconocernos y a respetar la diferencia.
No se trata solo de formar artistas, sino de formar personas sensibles, críticas, capaces de imaginar alternativas. Cada niño que toca un instrumento, cada joven que encuentra su voz en un escenario, cada comunidad que se organiza alrededor de una práctica artística está construyendo algo más grande que una obra, está construyendo tejido social.
Esa es la potencia de la frase de Ester Bonal. Nos recuerda que el arte, cuando se entiende como un bien común y no como un privilegio, puede ser una fuerza expansiva de construcción masiva. Una herramienta para sanar, para educar, y para transformar.
En estos tiempos convulsos, tal vez no necesitamos más armas, sino más arte.
Jesús Alcívar