En la vida del músico intérprete, el tiempo se mide en compases, ensayos y conciertos. Nuestro calendario rara vez se organiza por estaciones o meses, sino por programas, estrenos, giras y grabaciones. Y en ese constante fluir de partituras y escenarios, es fácil caer en la trampa de creer que parar es perder. Pero el descanso no es una pausa en el arte, es parte de él.
La exigencia física y mental que conlleva la interpretación musical es enorme. Horas de estudio técnico, repetición de pasajes, tensión postural, viajes, cambios de horarios, exposición constante al público… Todo ello impacta directamente en nuestro cuerpo y en nuestra mente. El cansancio acumulado no solo merma la calidad artística, sino que puede derivar en lesiones físicas y en agotamiento emocional.
Sin embargo, muchos músicos viven con una presión silenciosa, la de sentirse culpables por no estar “produciendo” todo el tiempo. Un día sin ensayar se percibe como una amenaza a la técnica; un fin de semana sin tocar, como una posible pérdida de “forma musical”. Y así, poco a poco, se instala la idea de que descansar es un lujo (o por el contrario una pérdida de tiempo), no una necesidad.
La realidad es otra, el descanso es una herramienta de trabajo. Igual que afinamos nuestro instrumento, debemos “afinar” nuestra energía y salud. Unas vacaciones, un par de días de desconexión o incluso un respiro consciente dentro de la rutina son inversiones en nuestra longevidad artística. No es tiempo perdido, es tiempo ganado para regresar con más creatividad, mejor disposición física y mayor conexión con el público.
Los grandes intérpretes lo saben, un músico agotado puede tocar todas las notas correctas, pero difícilmente logrará transmitir la profundidad emocional que su arte requiere. La música vive de diversos matices, y para percibirlos y expresarlos, necesitamos un cuerpo descansado y una mente clara.
Además, el descanso nos recuerda algo fundamental: somos más que nuestro instrumento. Redescubrir el silencio, pasear, leer, compartir tiempo con personas queridas, o simplemente no hacer nada, nos reconecta con la vida que alimenta nuestra interpretación. Porque el arte se nutre de experiencias, y no solo de horas de práctica.
Así que, la próxima vez que sientas que necesitas parar, hazlo sin culpa. Ese espacio de calma es tan necesario como la práctica diaria o el ensayo general. En música, el silencio no es ausencia, es el marco que permite que cada nota brille aún más. Descansar no es rendirse. Es prepararse para volver a tocar… y hacerlo mejor.
Jesús Alcívar