La música, es considerada por muchos como el lenguaje universal que nos emociona y conecta, es también el medio de vida de millones de personas. Sin embargo, detrás de los escenarios y las partituras, los músicos enfrentan una realidad que a menudo queda en las sombras: la lucha contra la depresión.
Diversos estudios han señalado que los artistas, y en particular los músicos, presentan tasas más altas de trastornos de salud mental en comparación con la población general. Según una investigación publicada por la Universidad de Westminster, el 71% de los músicos entrevistados han experimentado episodios de ansiedad o depresión. Este dato es alarmante y nos invita a reflexionar: ¿qué está ocurriendo en el mundo de la música?
Entre las principales causas se encuentran:
Inestabilidad laboral: la incertidumbre económica, los contratos temporales y la falta de seguridad social son factores que generan estrés constante.
Altas expectativas y perfeccionismo: la búsqueda de la excelencia puede convertirse en una fuente de presión insostenible.
Aislamiento social: los horarios irregulares y las largas horas de práctica pueden limitar las relaciones personales y el tiempo de ocio.
Exposición pública: la constante evaluación por parte del público, críticos y compañeros puede ser emocionalmente desgastante.
Relaciones personales y vínculos afectivos: las dinámicas profesionales a menudo afectan la calidad de las relaciones con familiares y amigos, generando conflictos y sentimientos de desconexión emocional.
¿Qué podemos hacer?
Primero, es esencial desestigmatizar la conversación sobre la salud mental. Hablar de estos temas no es sinónimo de debilidad, sino de humanidad. Segundo, es fundamental que las instituciones musicales, tanto educativas como laborales, promuevan espacios de apoyo psicológico. Tercero, como colegas, amigos y familiares, debemos estar atentos a las señales de alerta: aislamiento, fatiga constante, cambios de humor, entre otros.
Un llamado al cambio
En el contexto actual, es urgente replantearnos las condiciones en las que desarrollamos nuestras carreras artísticas. Así como afinamos nuestros instrumentos, debemos cuidar nuestra salud mental. No es un lujo, es una necesidad.
Para los músicos que puedan sentirse identificados, quiero recordarles que no están solos. Buscar ayuda profesional es un acto de valentía, y existen recursos y redes de apoyo disponibles.
La música puede sanar, pero también debemos cuidar a quienes la crean. Es responsabilidad de todos construir una industria que valore tanto el talento como el bienestar de sus artistas.
Si conoces a un músico, dedica unos minutos para preguntarle: ¿Cómo estás realmente?
Esa simple pregunta puede marcar la diferencia.